Por qué no necesitas saber posar para tener fotografías auténticas y profesionales
“No sé posar, no salgo bien en fotos…”
Si hubiera una frase que escucho prácticamente a diario antes de empezar una sesión, sería esta: “No sé posar, no salgo bien en fotos.”
Y, sinceramente, me encanta cuando alguien me la dice. Me encanta porque sé que, a partir de ese momento, empieza una transformación.
Mucha gente cree que para salir bien en una fotografía hace falta ser “fotogénico” o saber colocarse de cierta manera. Pero la realidad es que eso no es responsabilidad del cliente. Es responsabilidad del fotógrafo.
Un buen fotógrafo no solo domina la técnica: entiende a la persona que tiene delante, sabe leer sus gestos, su respiración, sus tensiones… y la acompaña.
Estar delante de una cámara es vulnerable
Estar frente a un objetivo puede sentirse casi como estar bajo un reflector que te expone por completo. Muchos describen esa sensación como si estuvieran en la mira de algo que no controlan, sin saber qué hacer con el cuerpo, con las manos o con la expresión.
Esa vulnerabilidad es real, y por eso el acompañamiento humano es tan importante.
Mi trabajo empieza antes de presionar el disparador: escuchando, observando y creando un entorno cómodo. Durante la sesión, guío cada pose de forma sencilla, con indicaciones claras y pequeñas correcciones que hacen toda la diferencia: la colocación de los hombros, la altura de la cabeza, cómo apoyar las manos, dónde dirigir la mirada, e incluso esos pequeños matices de la expresión que transmiten naturalidad.
Y siempre pregunto: “¿Te sientes a gusto así?”
Porque una pose solo funciona si la persona se siente bien dentro de ella. Si noto que algo incomoda, cambiamos. No hay poses rígidas o inamovibles. Hay sensaciones, y las ajustamos hasta que fluyan.

La fotografía no es solo técnica
Por supuesto, la fotografía tiene una parte técnica: iluminación, encuadre, enfoque… pero todo eso queda hueco si no va acompañado de sensibilidad.
La conexión humana es lo que permite que una persona realmente se muestre. Cuando alguien se siente comprendido y bien guiado, la tensión desaparece, y con ella desaparecen esos “ruidos visuales”: gestos forzados, posturas tensas o miradas inseguras.
¿Qué tengo en cuenta al acompañar a mis clientes?
Aquí comparto algunas de las cosas que forman parte de mi proceso en cada sesión:
- Escuchar antes de empezar: entender miedos, expectativas y preferencias.
- Crear un ambiente de confianza: un espacio donde no hay juicios, solo colaboración.
- Dar indicaciones claras y amables: nada de “haz esto o lo otro” sin explicación; siempre explico el porqué.
- Microajustes constantes: hombros, mandíbula, postura de pies, inclinación de cabeza, manos – profundizaré sobre este punto en una futura entrada porque hay mucho que hablar!
- Observar la respiración y la tensión corporal: si el cuerpo se endurece, volvemos a un punto cómodo.
- Adaptar cada pose a la persona: no fuerzo nada; cada cuerpo tiene su lenguaje.
- Hacer pausas cuando hacen falta: un minuto de descanso puede cambiar toda una sesión.
- Buscar expresiones auténticas: no busco sonrisas perfectas sino expresiones reales.
- Pedir feedback en cada paso: lo que importa es cómo se siente quien está delante de la cámara.
- Eliminar “ruido visual”: corregir gestos o posiciones que denoten tensión o incomodidad.
- Acompañar de principio a fin: nunca dejo a nadie solo frente a la cámara.

Una buena fotografía nace del acompañamiento
No necesitas saber posar. No necesitas ser “fotogénico”.
Lo único que necesitas es a alguien que te guíe con sensibilidad, respeto y claridad.
Cuando te sientes cuidado, todo lo demás fluye: tu postura, tu presencia, tu expresión… y tu imagen refleja, al fin, quién eres de verdad.
Si sientes que la cámara te intimida, estaré encantada de acompañarte. Puedes escribirme y vemos juntos cómo crear las imágenes que tu marca merece.
Si quieres leer más sobre este tema, te dejo un enlace a otro artículo del blog: Pincha aquí


